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martes, 13 de agosto de 2013

CARLOS HERRERA, CENICIENTA Y LOS PUROS.

Maestro de las Ondas y Conde de la Retranca.
Diez años he ejercido de sanluqueño hasta que me he tropezado con Carlos Herrera en este paraíso de la Manzanilla, las Carreras de Caballos y la buena gente. El Maestro de las Ondas y Conde de la Retranca volvía a las diez de la mañana a su casa sanluqueña después de comprar el pan y los periódicos. Yo había salido a correr tempranito pero los soportales de Bajo de Guía me parecieron una buena excusa para bajar el ritmo y disfrutar de un paseo entre algunas de las mejores Sacristías de la Restauración de Cádiz.  Reconocí a Herrera cuando estábamos a punto de cruzarnos frente a su domicilio. Levanté mi brazo derecho como quien entra a matar, bajé la mano con suavidad, templé y recibí el calor de su mano robusta. Iba parapetado detrás de unas gafas de sol y bajo un sombrero… En Sanlúcar, Carlos Herrera suele salir "disfrazado" para evitar que un paseo de 200 metros se convierta en un besamanos interminable. A mí me atendió un par de minutos. No quise robarle más tiempo. El suyo se paga mucho más caro que el mío. Le dije que él había sido mi profesor de radio en un Master que organizó en 1984 la Fundación Radio Popular. Añadí que aquella iniciativa se suspendió durante años porque cuando acabó aquel curso que duró un semestre, buena parte de los veinte alumnos pusimos a bajar de un burro a la Cope, durante un acto de fin de curso al que asistieron los máximos responsables de la cadena y distintas autoridades entre las que estaba el entonces ministro Javier Moscoso, cuya contribución a la Historia de España son los días libres de los funcionarios que desde entonces llevan su apellido. A los de la Cope se les había ocurrido colocar en la tarima, durante las clases, a un oscuro hombre vestido con gabardina para que hiciese anotaciones sobre nuestro comportamiento y personalidad. Le bautizamos como el Espía García. ¿Dónde andará?
     Le dije a Carlos Herrera que trabajo en Vitoria de periodista desde hace 28 años y que en mi biografía también había alguna “caja de puros”, sobre la que ya le hablaría algún día… Nos despedimos y entrando en su casa me dijo que podía acudir allí cuando quisiera. ¡Tranquilo, Carlos! El tiempo de vacaciones es sagrado y no me voy a convertir en uno de esos pesados que te van con cuentos chinos y penas de Murcia para robarte ese rato en que podrías estar tomándote en Balbino una tortillita de camarones y un salmorejo regados con una buena manzanilla. Es mucho mejor dejar por escrito qué puro me fumé en Euskizofrenia a la salud de Carlos Herrera.
      Estábamos a finales de los años 90. Tiempos de tregua de ETA, aquella que empezó tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, tregua urdida entre Joseba Egibar y Arnaldo Otegi gracias/por culpa del Pacto de Lizarra y que se rompió en 2000 costándole la vida a varias decenas de personas inocentes…
       Por aquel entonces un servidor era el cronista político en Vitoria en una televisión pública. Al PNV no siempre le gustaba el tono de mis informaciones. Y eso que acabé dimitiendo para que Alfredo Urdaci no usase mis apellidos para unir los nombres de las hijas del Lehendakari Ibarretxe con un asesino de ETA.
Un buen día de aquellos, el entonces portavoz del PNV José Antonio Rubalcaba unió en la misma frase desde la tribuna de oradores del Parlamento una información de Telediario con las cajas de puros. ¿Cajas de puros? Sí. Carlos Herrera recibió en su día un paquete bomba camuflado en una caja de puros y después se pasó un año viviendo en Miami, alejado de España. Nada raro en Euskizofrenia, donde tantos y tantos miles de ciudadanos se tuvieron que ir para vivir liberados de la amenaza terrorista.
      Yo no fumo. Menos mal. Mis pulmones están sanos, Bárcenas no me hace llegar sobresueldos con cajas de puros y jamás merecí un explosivo escondido en la envoltura de unos Cohibas. Sigo camuflado en la selva del periodismo vasco, entre ilustres compañeros que por decir las verdades del barquero se han quedado sin dedos o sin la vida.
       … Y EN ESTAS APARECIÓ CENICIENTA
      De vuelta a casa, tras despedirme de Herrera, decidí tratar de seguir el ritmo de unos korrikolaris que
me adelantaron entre Bajo de Guía y Bonanza. Cuando se dedicaron a meterse entre dunas, me arrepentí. Yo soy más de asfalto o de arena dura. Sin embargo, el esfuerzo tuvo su recompensa. Un zapato azul de tacón de aguja me pidió que lo rescatara de su penitencia bajo el sol. Supuse que estaría desparejado pero a unos cuantos metros estaba su compañero. En medio, había unos cuantos pañuelos de papel que hablaban bien a las claras de la situación en que su dueña perdió los zapatos y tal vez algo más. Estaban casi nuevos. No, no eran unos Manolo Blahnik. Aún conservaban en la suela la etiqueta “Made in China”. Siempre me pueden venir bien para carnavales. Sólo tendré que amputarme los dedos de los pies. Son de talla 38. No obstante, si su dueña da señales de vida a través de este blog y me los reclama, ella será mi Cenicienta y yo seré su Principe Rojo.

1 comentario:

José Manuel Cámara Sáez dijo...

Un buen amigo que me ruega preserve su anonimato me pide que matice un detalle de esta entrada: asegura que la Ópera Bufa que montamos los becarios como Fiesta de fin de curso del Máster de la Fundación Radio Popular no fue la única causa por la cual la Cope decidió suspender su celebración durante años. Añade que hubo otras razones que prefiere no mencionar. Sus fuentes son espléndidas, pero 29 años después no quiere entrar en detalles y mucho menos hacerlos públicos.